viernes, junio 27, 2008

El mundo como Doble I

"Y sin duda nuestro tiempo... prefiere la imagen a la cosa,
la copia al original, la representación a la realidad, la
apariencia al ser...
lo que es 'sagrado' para él no es sino
la ilusión, pero lo que es profano es la verdad. Mejor aún:
lo sagrado aumenta a sus ojos a medida que disminuye
la verdad y crece la ilusión, hasta el punto de que el colmo
de la ilusión es también para él el colmo de lo sagrado."
L. Feuerbach

Como hemos sido testigos directos, oyentes radiales o televidentes la última semana, hay una imagen en nuestra cabeza, latente, de una presidenta de una república en pleno mostrar su poder demagógico al mundo, su capacidad de crear ilusión en un pueblo a partir de determinadas poses de explicitación de este mismo poder. Citándola a ella: a la imagen de Cristina citando a Marx que cita a Hegel decimos que toda historia se repite dos veces: primero en forma de tragedia, luego en forma de comedia.

La eterna repetición de lo mismo es suficiente para el ‘conformismo pasivo’ de una sociedad espectacularizada donde ‘todo lo que era vivido directamente se aparta en una representación’.
En todo censo debería manifestarse la presencia de un individuo más, el mismo espía que se anuncia invitado en la mayoría de los hogares y televisores argentinos al mismo tiempo llegado el prime time. Esa imagen inmutable de un hombre en traje informal banalizando cada cerebro interviniente, demuestra el éxito del espectáculo como inversión concreta de la vida, como una negación de la vida que se ha hecho visible.


La praxis social se ha escindido en realidad y en imagen, y esta alineación recíproca, donde la primera surge de la segunda al tiempo que ella es real, es el sostén dominante de una sociedad postmoderna incapaz de manifestar disconformidad ante la constante repetición de lo mismo, ahora también fuera del ámbito de la explotación laboral capitalista, en sus vidas privadas, en su tiempo de ocio donde no hacen más que ‘experimentar reproducciones del mismo proceso de trabajo’, apropiándose así también de la plusvalía temporal de su organización del tiempo social.

No es simple acusar a los productores de este mecanismo, si es que los hay, pero tampoco puede pretenderse comprender un proceso sin focalizar críticamente en el consumidor pasivo y en la aceptación generalizada de las masas pasivas ante la ingesta de productos y asimilación de lo duplicado.

Es necesario investigar estos actos colectivos de consumo del espectáculo no sólo como un acto de imposición de una maquinaria sombría, sino también como una herida dentro de cada hombre infringida por la propia historia de esta máquina y de la naturaleza de lo humano, como una dialéctica entre los mismos procesos productivos que han interferido el núcleo afectivo del ser.

Es esta herida, representada hoy en la asimilación de la duplicidad como acto cotidiano, la que nos conduce directamente a plantear entonces que en este dominio de la imagen sobre lo real, en este acostumbramiento a lo re-presentado instaurado en el todo social, es necesario entender las causas del proceso afligidas en el individuo como sujeto social.

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